GRACIAS

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domingo, 25 de abril de 2010

Cita a ciegas (I)


           Rosa se miraba en el espejo absorta. Aquella luz que entraba por la ventana provocaba, en su imagen reflejada, unos contrastes que la hacían aún más bella. Mientras terminaba de recogerse su cabello claro, pensaba en todo lo que había transcurrido la noche anterior. Un regusto amargo la asaltaba por momentos. Su vida no había sido fácil. Su matrimonio había fracasado hacía ya tiempo, y ahora en la madurez de su vida se enfrentaba por enésima vez a la soledad. La noche anterior había terminado con su último romance. Todo había resultado fríamente civilizado. Ninguna lágrima por parte de las dos. Cristina le había dicho sinceramente que ya no la quería y que había conocido a otra chica, casualmente más joven. Rosa pensó que acababa lo que quizá nunca debería haber comenzado. Terminó de vestirse con la chaqueta. Estaba guapa, un poco triste quizá.

            Recordó que tenía que llamar a su madre durante la mañana. Había quedado con ella para comer, pero no estaba de humor. Lo mejor sería dejarlo para otro día.

            Con las llaves en la mano, dispuesta ya para salir sonó el teléfono. Era otra vez aquella llamada anónima. Desde un tiempo atrás estaba  siendo molestada por un hombre al teléfono. Se limitaba a preguntarle cómo estaba, no decía nada grosero, pero no se identificaba. -Diga?- al otro lado se escuchó la voz que ya empezaba a resultarle familiar - Buenos días, muñeca- le contestó el hombre poniendo un tono suave,  como de amante. -Espero que el día te resulte excepcional, todos los días deberían serlo-, había añadido. - Hoy voy a pensar en tí, como si fueras la única mujer en el mundo y yo un capitán que tuviera que salvarte del naufragio. Rosa colgó de un golpetazo. No quería seguir escuchando. El tipo empezaba siempre con esas frases. No la inquietaba demasiado, alguien muy aburrido que cogió mi número para distraerse, pensaba.

            Aquello de chatear empezó  a divertir a Juan...... (continuará)