GRACIAS

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A todos los que visitan Mi Rincón, me dejáis vuestros comentarios: ¡¡Gracias!!. No suelo contestar a vuestros comentarios en las entradas, así que quede aquí mi gratitud.

jueves, 29 de julio de 2010

Limpieza

Últimamente ando tirando cosas. Cosas olvidadas y sin uso que se habían ido acumulando por estanterías, cajones, por sitios de mi casa. Pienso que quizá no sea el momento de hacer limpieza de inutilidades, que tal vez la primavera pueda provocar más ese afán anti-Diógones, ahora con este calor.... pero no puedo evitarlo, me choco con algún pequeño trasto y lo tiro a la basura sin ningún tipo de remordimiento.

Esto me hace pensar en qué fácil sería tirar a la basura, también, recuerdos indeseados, actos que nunca debieron de producirse, errores, meteduras de pata, daños, pero claro éstos no puedo tirarlos, la memoria se encarga de que no sea así.

Últimamente me vienen a la cabeza pequeños detalles, como flashes, de alguna escena vivida hace mucho tiempo. Algunas de mi niñez incluso. Escenas que no puedo poner en pié. Sólo me aperecen esos pequeños fotogramas de algo que realmente debería de haber olvidado.

Y esto me hace pensar en lo que dicen de los momentos previos a la muerte. Que cuando vamos a morir, nos aparece como si de una película se tratara, toda nuestra vida. No sé qué de verdad puede haber en esto. Pero no dejo de pensar si habrá una mágica relación en lo que me pasa con la muerte. No veo mi vida reflejada como en una moviola, sería entonces lo que dicen, que me estaría muriendo. Sólo son imágenes sueltas, que aperecen en los momentos del día más insospechados. Quizá sea sólo un aviso. Al fin y al cabo todos moriremos.

Cada vez que recuerdo sin querer, esas pequeñas escenas, pienso en mi muerte y realmente no la veo tan lejana.

Pero claro, automáticamente me consuelo, será que con la edad se refrescan los recuerdos. Será eso.

lunes, 19 de julio de 2010

Niño Limón

Si pinchas en el título de la entrada irás al blog del Niño Limón.

martes, 13 de julio de 2010

El reinito

Érase una vez un reino entre dos mundos. Por el Norte arrastraba un montón de otros países y otros reinos. Por el Sur estaba separado únicamente por una especie de río que lo aislaba de territorios exóticos y menos explorados. Nuestro reino vivía momentos felices. Sus reyes acababan de desposarse. Habían celebrado la boda por todo lo alto. El rey era querido por el pueblo y aunque la princesa no era de sangre azul también se sentía querida. Tal era la simpatía que despertaba. En nuestro reino los reyes reinaban pero no gobernaban. La Asamblea de Sabias, en la que a los hombres se les prohibía su participación, era el Órgano de Gobierno. Las Sabias, ayudadas a veces por el Comité de Ancianos, otras asesoradas por las Brigadas de Magas, o por las Asociaciones de Entendidos, dictaban las leyes, ordenaban las cuestiones de palacio y recaudaban los impuestos. Las Sabias que integraban la Asamblea eran elegidas democráticamente cada ocho años por todos los habitantes de nuestro reino. Todo muy moderno.

Una mañana muy temprano, las Sabias fueron convocadas con urgencia por la Sabia Superior. Ésta había recibido un fax inquietante. Lo remitía la Comisión Internacional de Soberanos en Ejercicio. El fax aludía a la próxima visita a nuestro reino, de las principales cabezas coronadas del resto del mundo al que quisiera o no, pertenecía nuestro reinito. Lo inquietante del fax no era el anuncio de la visita de tan ilustres invitados, sino de la cuestión a tratar en tan magna reunión: Se iba a decidir cuál sería en el futuro el criterio para nombrar herederos. Hasta el momento, cada reino había adoptado su propio sistema. Para algunos el heredero era el primogénito nacido de los reyes. Para otros, si bien es verdad que era el caso más aislado, se elegía entre todos los hermanos, según iban demostrando sus aptitudes. Otros herederos eran designados por el rey personalmente. En nuestro reino el heredero era siempre el primer varón nacido, sin importar si era el primogénito o no. La Comisión Internacional de Soberanos en Ejercicio, había llegado a la conclusión de que era mejor que todos optaran por la misma fórmula para la cuestión de la sucesión, no era caso de que hubiera agravios comparativos.

La reunión se celebró sin complicaciones. Todos llegaron al acuerdo de cambiar las normas que tuvieran que cambiar. A partir de entonces y para todo el futuro que hubiera de venir, el primogénito sería el heredero, sin importar el sexo, eso sí demostrando su valía para tan alto cargo con estudios y la formación que recibirían de las distintas Comisiones Educadoras de Príncipes Herederos, las cuales ahora habrían de cambiar el nombre. Pasarían a llamarse Comisiones Educadoras de Principes/Princesas Herederos/Herederas. Claro está que esta nueva norma afectaría a los hijos que vinieran a nacer desde entonces, no así a los que ya habían sido nombrados herederos según las obsoletas reglas. La princesa de nuestro reino tenía mucha amistad con uno de los miembros de la Comisión Internacional de Soberanos en Ejercicio, que era justo el que había promovido la cuestión ya expuesta y de lo cual la había ido informando con anterioridad. Desde que se iniciaron las primeras disquisiciones en el seno de la Comisión, hasta que se rubricó, ratificó y publicó el consenso, había pasado más de un año. Y claro está, nuestra princesa se guardó muy, muy mucho de quedar embarazada. No fuera a ser que naciera una niña, y las costumbres de antes del cambio le impidieran reinar. Y sólo faltaba eso, con lo que duele una hija.