GRACIAS

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viernes, 5 de marzo de 2010

Dormir mal.


-¿Qué planes tienes para esta noche?- Le preguntó la manta a la almohada.
-Aún no lo he pensado. Llevo muchas noches sin intervenir y no me gusta lo que está pasando.
La manta se desperezó e hizo un gesto como de no entender. Para ella que la cosa marchaba bien. Empezaba a hacer frío y ya se notaba necesaria. En cambio la almohada estaba preocupada. No le gustaban las noches de pesadillas. Había mucho movimiento, sobresaltos y se mojaba con las lágrimas. Pero tampoco le gustaba tener que actuar tantas veces. Al fin y al cabo no estaba ahí para eso. Pero más tarde o más temprano se conmovía. 
La manta y algunas veces las sábanas, aunque éstas eran más ligeras de cascos, la animaban. Ciertamente ellas también pagaban el pato. No es grato sentir como te patean, te sacan de la cama y te dan tirones malhumorados en medio de la noche. Por  fín, aquella noche y después de la ingenua pregunta de la manta,  la almohada se decidió a actuar. Puso en marcha todos sus sensores, se concentró y como ella sabía hacer tan bien, le transmitió un sueño. Aquella noche su cabeza durmió plácidamente. Soñó dulces sueños. Y hubo paz en la cama. Todos   agredecieron a la almohada, a la mañana siguiente, su intervención. Menos el edredón, tan duro de mollera que no terminaba de enterarse de nada.