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martes, 27 de abril de 2010

Cita a ciegas (II)




Aquello de chatear empezó  a divertir a Juan. En sus ratos libres se dedicaba a su nuevo hobby y casi siempre se inventaba cosas. Mentía en su edad, mentía en su profesión, mentía en casi todo. Eso le divertía. Tenía mucho éxito con las mujeres, era joven y atractivo y realmente no necesitaba chatear para ligar, pero de vez en cuando quedaba con alguien. Una tarde había quedado con una mujer. Se llamaba Elena, era joven también y parecía muy decidida. No le había costado mucho esfuerzo convencerla para verse el sábado siguiente. La cita sería en el café que hay al lado de la cárcel. Esta vez no había mentido.

-Rosa, Rosa!!! espera.- Le gritó Elena casi en la puerta. -Espera, por favor. Tienes que hacerme un favor inmenso. Te lo agradeceré con lo que me pidas-. Dime Elena- le contestó Rosa, preparándose para cualquier cosa. Viniendo de Elena todo era posible. -Escucha, esta tarde he quedado con un chico del chat. Ya sabes. Me mandó una foto y no está mal. Es joven, unos treinta, moreno. Tiene unos ojos hermosos.-  Se lo describía entre risas. Rosa también sonreía pero no sabía a qué venía todo eso. -Verás yo le hablé de mí tal como soy. Le dije la verdad. Pero ahora no quiero que me vea. Bueno sí quiero, pero no en la primera cita. Quiero estar segura de que él no me ha mentido. Al fin y al cabo la foto puede ser de otro. Me gusta muchísimo-  Rosa la escuchaba y seguía sin comprender a dónde la llevaría todo eso. -¿Y?- le espetó. Me gustaría que fueras tú.- le contestó Elena. Rosa hizo un gesto como para indicarle que estaba loca, y se dió media vuelta. Elena la agarró por el brazo y con esa carita de ángel le explicó que sería sólo por esa vez, que ella estaría también en el bar y que si él era tal como le había dicho que haría acto de presencia, y bajo su responsabilidad lo explicaría todo.

            Verdaderamente era una locura. Pero aceptó. Nunca se había podido resistir a Elena. Algunas veces pensaba que podría enamorarse de ella. Y por otra parte aquella aventura también la intrigaba. No había nada que perder, tan sólo unas horas de una tediosa tarde de sábado.

            Se arregló nerviosa. Una cita que no era su cita......

(Continuará)