GRACIAS

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jueves, 29 de abril de 2010

Cita a ciegas (y III)


Se arregló nerviosa. Una cita que no era su cita. Un hombre al que no conocía, ni siquiera había hablado con él. ¿Qué pensaría él cuando la viera, si realmente esperaba a una mujer más joven?. Que le habían mentido, claro, pero no era así. Nadie le había mentido en realidad. Tan sólo que no era realmente quién él esperaba. La verdadera Elena estaría en la barra, tomando café y fumando desesperadamente. Rosa no sabía como iba a acabar todo eso. Pero era a la vez excitante.

            Cuando Rosa  llegó al bar, su compañera ya estaba allí. Le dijo cómo iría vestido él para reconocerlo con más seguridad, aunque ella tenía su cara grabada en su mente. Rosa se sentó con el gin-tonic en una mesa en un rincón del bar. Al poco rato entró Juan. Llevaba, como había anunciado unos pantalones de pana claros y un jersey azul marino. Era muy atractivo. De estatura normal, no muy alto pero tampoco bajo, se conservaba en forma. Anchas espaldas y un pelo negro que empezaba a dibujar algunas entradas.

            Rosa se convenció de que aquello era una locura. Habría bastado con que su amiga, simplemente lo observara y si era el que creía, presentarse y si no, largarse. Pero ya era tarde, el hombre estaba allí mirando para todos lados, y ella empezó a agradecer, en su interior, lo que estaba ocurriendo, le parecía muy interesante y por un momento le asaltó el deseo. Hacía tiempo que no estaba con ningún hombre.

            Cogió su vaso largo y se acercó a él. -¿Juan?, le preguntó. Él asintió con la cabeza un poco extrañado. -Hola, soy Rosa. Bueno, Elena en el chat.-  Se saludaron con dos besos y los dos comprobaron que olían muy bien. Al principio las típicas frases sin interés. Pero a medida que iban hablando se fueron sincerando. Juan le contó que era  periodista, que le iba bien en la revista en la que trabajaba. Era soltero y vivía sólo. Le habló de su infancia en un colegio interno al que su madre que era soltera, lo tuvo que ingresar porque no podía cuidar de él. Que de niño quiso ser militar, concretamente de la Armada, pero que descubrió que no podría navegar nunca porque le tenía pánico al agua. Contradicciones de la vida. Rosa lo miraba atenta. También ella le habló de su vida. Que tenía tres hijos, mayores que vivían con su padre. Poco a poco se fueron encontrando a gusto con la charla. Elena lo advirtió y decidió que era el momento de hacer mutis por el foro. La tarde pasó volando. Se entendían bien, y la diferencia de edad no parecía ser un inconveniente. Juan se encontraba a gusto y pareció que no le daba importancia al hecho de que en teoría ella le habría mentido. Se dispusieron a salir del café. Habían quedado para verse otro día. ....

Ya estaban despidiéndose cuando a Rosa le dió un vuelco el corazón: -Hoy voy a pensar en tí, como si fueras la única mujer en el mundo y yo un capitán que tuviera que salvarte del naufragio- Le susurró Juan. El piloto verde del taxi se acercaba. Rosa levantó el brazo para pararlo. Entró en el coche. Se había hecho de noche y empezaba a hacer frío.