Lloran por sus muertos, los recientes, los muertos que aún no se han ido del todo y viven entre sus casas y sus cosas, y los lloran y el dolor se agarrota en la garganta y en el tórax.
Otros ya no lloran, sus muertos se han ido difuminando con el tiempo. Esto también pasa con algunos vivos a los que perdimos la pista hace tiempo. Ya no se lloran y el recuerdo se va perdiendo de a poquito.
Los hay que buscan a sus muertos, huesos rotos en fosas comunes. Los buscan desesperadamente, reclamando para ellos un enterramiento digno, un lugar a donde poder acudir para tal vez llorarles de nuevo, a donde poder llevarles flores en días como éstos.
Y yo que sé dónde estás, que no tengo que rescatarte de ningún lugar olvidado, que podría llevarte flores, no lo haré, porque no pude quererte en vida y a los muertos los voy olvidando.