Por suerte vivían cerca del mar. En un pueblo antaño de pescadores, y ahora sobreviviendo gracias al turismo.
Ella llevaba ya años con esa historia. De repente le faltaba el aire, empezaba a sudar incomprensiblemente, fuera la época del año que fuera. Se asfixiaba, sudaba y ya no podía estar en la casa ni menos aún en la cama.
Tenía que salir a la playa, a respirar aire libre, a que la brisa marina le frotara la cara. Se desabrochaba y se desesperaba por aquel maldito calor.Muchas veces todavía no había amanecido, pero daba igual la hora, había que salir a respirar.
Él la acompañaba siempre. Se abrigaba bien en invierno, para quitarse el frío que a ella le faltaba.
Y resignado pensaba que aquello debían ser gajes del oficio.